sábado, 7 de noviembre de 2020

Día 21


Al levantarme, muy temprano, cansada por el día de ayer (trabajo y ocio) casi me pongo directamente a trabajar sin acordarme de meditar. Me acuerdo y no tengo ganas de ponerme. Creo que es porque espero lo mismo, una meditación insustancial, un intento de meditación más bien. Me pongo por cabezota con mi objetivo de conseguir calma y slow en mi vida. 

Respiro despacio, hago las respiraciones desestresantes. La montaña. Un océano. El campo. Respiro diciéndome "tengo calma". Me centro en sentir cómo se llevan los depósitos de calma de mi cuerpo al respirar.

Ayer por la mañana me había después de la meditación que al menos iba a hacer todo despacio y sin prisa, y, acordándome absolutamente en cada momento de que quería hacerlo así, no era capaz. Se convirtió en una de las mañanas más estresantes que recuerdo. Soy consciente de que yo misma me generaba ese estrés y esa aceleración, llegaba a encontrarme muy nerviosa. Lo que tenía que hacer no se correspondía a ese nivel de estrés. Me frustré mucho.


No hay comentarios: